domingo, 10 de mayo de 2009

El pie verde sobre el asfalto: Rosario García Crespo



No sé desde cuando exactamente, en el arte se ha perdido esa sana construcción de sus bases con relación a la Naturaleza, en relación tan extrema en que se encontraba cuando el hombre que caminaba, que de sus animales y de sus plantas, lograba extraer las más incólumes y convenientes enseñanzas a su caminar por este mundo. Sabía rendir tributo de sus más exigentes necesidades, a quien se las proveía –a quien todavía lo hace- la madre de todos los principios, de todas las verdades a descifrar, proveedora de todos los medios, de todas las preguntas.

Rosario García Crespo, ha encontrado atraves de sus caminatas y de los registros de estas, la manera de retribuirle a la naturaleza de todos sus buenos acogimientos en esta tierra para con nosotros. Encontrando atraves de las diversas técnicas de las que se hace el arte, una manera sagrada de verle, tanto a la naturaleza, al arte y al caminar mismo.

El conocimiento botánico, mitotologico y respetuoso con el que trata su obra, parece dejarnos al espectador, con el firme deseo de respetarle una vez más, a esa conexión tan intima que alguna vez valoramos con la naturaleza; logramos el reconocimiento de nosotros como una parte de esa naturaleza. Ahora distorsionada, cosificada, por esa relación ahora tan intima con la tecno-ciencia, que ahora lo es todo.

La creación del hombre se ha apoderado, la naturaleza es subsidiaria a las necesidades de todos los habitantes de esta tierra, es medio explotable para lograrlo todo, para bombardear lo que sea, o para regalar algún halago a quien más se nos haga necesario halagar. Y así ha comenzado el camino a reconocer en la naturaleza el mejor medio para abolir todas las potencialidades de las conexiones primeras con nosotros mismos, ya que reduciéndola a mero objeto, que puede ayudar a campañas políticas, que puede hacer un conveniente adorno, ha comenzado nuestra abolición desde hace largo tiempo.

En el trabajo de Rosario, quien se ha decido a caminar, para encontrar, y hacer este encuentro, sin la prefiguración de su materialidad, sino solamente hacerlo porque de la necesidad humana de esta sabia artista, encuentra la re conexión tan necesaria con su medio. A partir de la instalación, del grabado, del dibujo, y de la foto; ha encontrado el jardín femenino del que se construyen los principios fundamentales de la especie. Ha hecho el jardín con antropomórfica forma, o mejor dicho la “jardinera” objeto humano que contiene a la naturaleza, haciendo creo yo, más evidente esta re conexión, este enlace que se deja ver en el monocromo entintado de sus xilografías, de donde una mujer que echa raíces, logra alcanzar la conexión con los planos de los que se sostiene todo.

Gabinetes llenos de libros, anaqueles con plantas medicinales, mesas llenas de curaciones, de oportunidades, en esas raíces de las que nuestros ancestros habrían encontrado la virtud a todo lo que nos acoger, son estas algunas de las cosas con las que construye sus instalaciones esta artista filosofa; de la que podríamos aprender a caminar, sin los que ahora son los pies oficiales para el asfalto, sino en contacto directo, sin asco, sin falsas apreciaciones, directo sobre la tierra que nos lo ha dado todo.

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