domingo, 10 de mayo de 2009

La onírica realidad, grabados de Carlos Bautista Barahona

Estudiante de artes las visuales, originario de Cuernavaca nacido en 1985, ha encontrado en las técnicas del grabado la forma para poder hacer la expresión de su reconocimiento, de su particular proceso por hacerse persona completa, es el camino de espiritualidad, de salvación frente a una realidad que lo confunde todo.

En los trabajos de Carlos se pueden ver sus preocupaciones, sus fijaciones en los objetos que lo definen todo, nunca faltan en sus aguatintas, en sus aguafuertes, las reconocibles formas que le rodean, retratos de su casa, de su espacio de trabajo y diario transitar; en donde encuentra partes de su persona, jamás ha de hacer algo que no haya encontrado muy apegado a sí mismo, las personas de las que salen sus confusos retratos, son de quienes encuentra su seguridad y su apego emocional; es evidente que en donde pone la vista y encuentra algo de su persona, es de donde saldrá alguna placa.

El gusto por la técnica del grabado en fierro es lo que le define como artista, ha encontrado en este impredecible material, el reto necesario para poder demostrar su proceso de aprendizaje, tal vez por azares del destino ya que “el cobre está muy caro”, pero en ese caer en el la escala de grises que deja forzosamente la placa, se encuentra una maestría, deseada por cualquier espectador que guste del grabado para contemplar. Diversas gradaciones de aguatintas, líneas definidas y seguras que encierran la forma; (si es que esto es necesario), hacen de su trabajo imposible de tan solo echar una mirada, deja un buen tiempo para aprovechar el tiempo mirándole y valorando su gusto por el taller, por la técnica.

Actualmente el encuentro con esas escenas oníricas que lo definen todo en realidad, es de lo que sus placas se encuentran plagadas, autorretratándose en el espacio delimitado por el espejo en el cual se mira, contextualizándose acompañado de vacas, llaves, de manos significando, esos pasajes oníricos que tanto le interesan y le hacen preguntarse de las dimensiones interiores, de donde es mas aprovechable la creación; de donde ha logrado extraer una seguridad, proyectando los símbolos constantes y vibrantes que dentro de sí mismo lo crean todo, sin intentar definirles por completo, basándose en la imposibilidad de representar la extensión simbólica del ser, impera en su trabajo la composición harmónica de los elementos, que sugieren las preguntas, las enseñanzas y las locuras que de su inconsciente emanan.

María de la Rosa

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