domingo, 10 de mayo de 2009

La imagen íntegra: fotografías de Eric Jervaise



La sofisticación de la imagen y su uso desmedido, nos atrapa en un mar visual del que nuestros ojos no han podido descansar. Los medios digitales y la facilidad de manipulación sobre la imagen, ha facilitado el trabajo del fotógrafo de nuestros días y ha borrado de nuestra memoria, la capacidad de apreciar el instante fotográfico. De esos instantes, Jervaise saca el hilo más sensible para contemplar lo cotidiano de una cuidad que va creciendo nueve metros por segundo. Lo ha logrado con los alcances que tiene una panorámica del siglo XIX, cuyo mecanismo tuvo que adaptarse a los avances de la fotografía moderna. Jervaise salía a la calle con aquella caja -o debo decir cámara- , unas placas que él adapto para películas de 120, y una bolsa oscura con la que hace los cambios.

Todo el camino que recorre para construir sus imágenes, todos los saberes de los procesos fotográficos, entender la sensibilidad de la luz y haber estado justo en el lugar donde tuvo que estar, llena a la imagen de la historia de su proceso, del ensayo y el error, de la labor de técnico y artesano. Como científico y artista, busca en la alquimia la combinación exacta de sustancias y momentos para obtener el testigo de la realidad.

Además de construir o modificar cámaras -con lo que hace que proceso fotográfico sea más suyo-Jervaise implementa técnicas antiguas cuyas particularidades permite manipular la imagen a travez de procedimientos manuales y que tiene a su vez un carácter plástico. En el caso de la técnica Goma Bicromatada, Jervaise mezcla fotografía digital - e incluso omite la cámara para usar otras fuentes de obtención de imagen como el scanner- manipula la imagen e imprime con el proceso complejo de dicha técnica

Se mantiene al filo del tiempo, tomando frases del pasado y reconstruyendo enunciados del presente, muestra en la imagen final el resultado de más de una década de historia de la fotografía, unifica procesos y técnicas, de esta manera enriquece el trabajo del oficio fotográfico y amplía sus posibilidades. La fotografía de Eric Jervaise unifica.


María de la Rosa

Ivan Gardea: La gráfica en rostros y misterios.



El acercarse a la tradición, de la técnica, de los modos de representar, no es común en estos días de contemporaneidad artística, casi nadie se anima a decir más que de las superficiales de la vida moderna. Desentramar historias de personajes ficticios, que asemejan a los personajes de la vida real, de los que somos todos una parte de la mentira.

Ivan Gardea, Originario de ciudad Juárez (1970), encuentra en los rostros y en la figura humana, la más exacta representación y reflejo de la época actual. Sus personajes entramados en el complejo secuencial de líneas, de técnica precisa y valorable, se haya para todos el reflejo antihumano de los diarios transeúntes. Asustan tan verdaderos reflejos de las emociones humanas, carnales, desvariadas y grotescas, que acercan al espectador a las preguntas constantes que derivan de la máscara que portamos cada quien.

Son historias derivadas de una realidad pasada, casi medieval, de donde el imaginario de este artista que radica en la ciudad de Cuernavaca proyecta en sus magistrales grabados, de las diversas técnicas que se pueden utilizar a la hora de hacer una placa viva, este artista logra hacer de los personajes que han pueblado también sus hojas, un misterioso y complejo lenguaje visual, nutrido del conocimiento del arte, de la experiencia de vida y de la verdadera pasión por las técnicas primeras, y difíciles que ahora casi olvidadas para los nuevos artistas dan gusto a cualquiera que se acerque un poco más para maravillarse del logro en cada obra.

En el uso elemental de la grafica, la xilografía, este artista logra sacar de sus personajes una visión de la vida que sorprende, que logra conectar con las pasiones más bajas y misteriosas, de la nostálgica carga en sus expresiones, se deja ver la perdida de la inocencia, se nota en el grotesco, lo verdadero, lo satírico y crudo que puede ser el desvarió de la época moderna, de las victorias perdidas de la modernidad, las más duras de afrontar, la perdida de la confianza en los principios de progreso, de la escalofriante verdad que son las ciudades.

Arrima al espectador a conectar con la necesidad de la introspección, la fachada que es nuestro rostro, deja mucho que pensar al ver sus grabados, perversos, caprichos del imaginario del creador que compone, con sus certeros trazos, una pérdida, que es duradera y escalofriante, la del forro que vela la verdadera esencia humana, así también la aceptación en el hecho de que todos somos, como lo dice su reciente exposición en el centro morelense de las artes, “retratos imaginarios”, nunca completamente reales logramos ser para nadie, tan solo alcanzamos a ver algo de todos y un poco más de nosotros mismos.



Actualmente expone en el jardín borda su serie, “Imágenes del Limbo y desolación”, donde una vez mas Ivan Gardea sorprende y no deja nada que desear para el espectador que busca en una buena exposición exaltar, su capacidad de asombro, y el espejo que pude ser verse atraves del otro, de su gusto por la vida con el arte.


María de la Rosa


El pie verde sobre el asfalto: Rosario García Crespo



No sé desde cuando exactamente, en el arte se ha perdido esa sana construcción de sus bases con relación a la Naturaleza, en relación tan extrema en que se encontraba cuando el hombre que caminaba, que de sus animales y de sus plantas, lograba extraer las más incólumes y convenientes enseñanzas a su caminar por este mundo. Sabía rendir tributo de sus más exigentes necesidades, a quien se las proveía –a quien todavía lo hace- la madre de todos los principios, de todas las verdades a descifrar, proveedora de todos los medios, de todas las preguntas.

Rosario García Crespo, ha encontrado atraves de sus caminatas y de los registros de estas, la manera de retribuirle a la naturaleza de todos sus buenos acogimientos en esta tierra para con nosotros. Encontrando atraves de las diversas técnicas de las que se hace el arte, una manera sagrada de verle, tanto a la naturaleza, al arte y al caminar mismo.

El conocimiento botánico, mitotologico y respetuoso con el que trata su obra, parece dejarnos al espectador, con el firme deseo de respetarle una vez más, a esa conexión tan intima que alguna vez valoramos con la naturaleza; logramos el reconocimiento de nosotros como una parte de esa naturaleza. Ahora distorsionada, cosificada, por esa relación ahora tan intima con la tecno-ciencia, que ahora lo es todo.

La creación del hombre se ha apoderado, la naturaleza es subsidiaria a las necesidades de todos los habitantes de esta tierra, es medio explotable para lograrlo todo, para bombardear lo que sea, o para regalar algún halago a quien más se nos haga necesario halagar. Y así ha comenzado el camino a reconocer en la naturaleza el mejor medio para abolir todas las potencialidades de las conexiones primeras con nosotros mismos, ya que reduciéndola a mero objeto, que puede ayudar a campañas políticas, que puede hacer un conveniente adorno, ha comenzado nuestra abolición desde hace largo tiempo.

En el trabajo de Rosario, quien se ha decido a caminar, para encontrar, y hacer este encuentro, sin la prefiguración de su materialidad, sino solamente hacerlo porque de la necesidad humana de esta sabia artista, encuentra la re conexión tan necesaria con su medio. A partir de la instalación, del grabado, del dibujo, y de la foto; ha encontrado el jardín femenino del que se construyen los principios fundamentales de la especie. Ha hecho el jardín con antropomórfica forma, o mejor dicho la “jardinera” objeto humano que contiene a la naturaleza, haciendo creo yo, más evidente esta re conexión, este enlace que se deja ver en el monocromo entintado de sus xilografías, de donde una mujer que echa raíces, logra alcanzar la conexión con los planos de los que se sostiene todo.

Gabinetes llenos de libros, anaqueles con plantas medicinales, mesas llenas de curaciones, de oportunidades, en esas raíces de las que nuestros ancestros habrían encontrado la virtud a todo lo que nos acoger, son estas algunas de las cosas con las que construye sus instalaciones esta artista filosofa; de la que podríamos aprender a caminar, sin los que ahora son los pies oficiales para el asfalto, sino en contacto directo, sin asco, sin falsas apreciaciones, directo sobre la tierra que nos lo ha dado todo.

La onírica realidad, grabados de Carlos Bautista Barahona

Estudiante de artes las visuales, originario de Cuernavaca nacido en 1985, ha encontrado en las técnicas del grabado la forma para poder hacer la expresión de su reconocimiento, de su particular proceso por hacerse persona completa, es el camino de espiritualidad, de salvación frente a una realidad que lo confunde todo.

En los trabajos de Carlos se pueden ver sus preocupaciones, sus fijaciones en los objetos que lo definen todo, nunca faltan en sus aguatintas, en sus aguafuertes, las reconocibles formas que le rodean, retratos de su casa, de su espacio de trabajo y diario transitar; en donde encuentra partes de su persona, jamás ha de hacer algo que no haya encontrado muy apegado a sí mismo, las personas de las que salen sus confusos retratos, son de quienes encuentra su seguridad y su apego emocional; es evidente que en donde pone la vista y encuentra algo de su persona, es de donde saldrá alguna placa.

El gusto por la técnica del grabado en fierro es lo que le define como artista, ha encontrado en este impredecible material, el reto necesario para poder demostrar su proceso de aprendizaje, tal vez por azares del destino ya que “el cobre está muy caro”, pero en ese caer en el la escala de grises que deja forzosamente la placa, se encuentra una maestría, deseada por cualquier espectador que guste del grabado para contemplar. Diversas gradaciones de aguatintas, líneas definidas y seguras que encierran la forma; (si es que esto es necesario), hacen de su trabajo imposible de tan solo echar una mirada, deja un buen tiempo para aprovechar el tiempo mirándole y valorando su gusto por el taller, por la técnica.

Actualmente el encuentro con esas escenas oníricas que lo definen todo en realidad, es de lo que sus placas se encuentran plagadas, autorretratándose en el espacio delimitado por el espejo en el cual se mira, contextualizándose acompañado de vacas, llaves, de manos significando, esos pasajes oníricos que tanto le interesan y le hacen preguntarse de las dimensiones interiores, de donde es mas aprovechable la creación; de donde ha logrado extraer una seguridad, proyectando los símbolos constantes y vibrantes que dentro de sí mismo lo crean todo, sin intentar definirles por completo, basándose en la imposibilidad de representar la extensión simbólica del ser, impera en su trabajo la composición harmónica de los elementos, que sugieren las preguntas, las enseñanzas y las locuras que de su inconsciente emanan.

María de la Rosa

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